Asociación Aldaima, testimonio de un hijo acogido

Carlos encontró hace 8 años una de estas familias, cuando él tenía cinco años, su madre de acogida 41 y sus “hermanos” 9 y 11 años; los encontró además cuando ellos también le buscaban, pues estaban “deseando que formase parte de su familia”, cuenta la madre de acogida de Carlos, Teresa.

(noticia publicada en http://www.facebook.com/ongaldaimagranada)

Carlos llevaba 3 años viviendo en una residencia de acogida, en la que tenía multitud de amigos, pero que nada tenía que ver con una familia. “Yo ya tenía muchas ganas de tener una familia, porque no es lo mismo que tener amigos”, recuerda Carlos.

Como Carlos, son miles de niños los que viven acogidos en familias y miles más los que esperan encontrarla. “La familia atiende al niño con más continuidad y supone una estabilidad mucho mayor para él” ha explicado Jorge Fernández, profesor de psicología social de la Universidad de Oviedo y director del Grupo de Investigación en Familia e Infancia de esta universidad.

Un niño necesita por naturaleza una figura de apego con la que crear un vínculo sólido que luego determinará su desarrollo afectivo, social, su confianza en sí mismo y en los demás, ha subrayado Jorge Fernández, para quien resulta difícil forjar este vínculo en un centro en el que el menor está atendido por multitud de profesionales, que rotan en sus horas de trabajo y turnos de vacaciones. Es en los primeros años de vida cuando se crea este vínculo con la figura de apego. “Un niño que vive en un centro puede conocer a lo largo de su estancia allí a casi diez educadores distintos”, ha observado este especialista.