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Una cultura individualista

Una cultura individualista invade nuestra vida.

El clima que respiramos, nuestras familias, nuestros hijos, lo que más queremos. A veces disfrazadas de respeto, de libertad para hacer lo que se quiere siempre que no se moleste a nadie. El centro está en lo que uno siente, la satisfacción de los propios deseos percibida como derecho, defendiéndose de la diferencia del otro.

El vínculo entre un hombre y una mujer no es un hecho privado y cerrado, por naturaleza es un bien que tiene una incidencia social. Engendrar, educar, acompañar y acoger son gestos que no permanecen en la esfera privada del propio sentimiento; por su propia naturaleza tienen un valor público, es decir, para todos.

En veinticinco años de historia, las familias de nuestra asociación han acogido en sus casas a centenares de menores y adultos con problemas, muchas veces marcados por grandes dificultades o minusvalías, acompañándoles en el acogimiento, en la adopción o en la hospitalidad; creando un tejido social en el cual la persona es un bien con el que es posible comprometerse y donde las familias se ayudan y contribuyen así a la construcción de una convivencia que respeta la dignidad del hombre. Y lo han podido hacer precisamente como familias, es decir, como comunidad de personas, como núcleo social que ha asumido una responsabilidad identificable y estable hacia adentro y de cara a la sociedad. La experiencia que hemos acumulado en estos veinticinco años nos permite afirmar con certeza que lo que buscan las mujeres y los hombres de nuestro tiempo (desde la más tierna edad hasta la más avanzada) no es algo provisional, un amor temporal, sino claridad de una identidad y de una pertenencia, la posibilidad de ser acogidos sin condiciones.

Estamos tristes y preocupados al ver difundirse un nihilismo y un relativismo que minan cada vez más los mismos fundamentos de la sociedad, pero a la vez somos conscientes de la verdad de una experiencia que acontece en nuestras casas todos los días cuando abrimos la puerta a las personas necesitadas que encontramos y cada vez estamos más decididos a contribuir a la construcción de una convivencia adecuada al hombre y a su dignidad.

 

Marco Mazzi

Presidente de la asociación Famiglie per l’Accoglieza, Italia