Maternity Blues

Clara, Eloisa, Rina y Vincenza comparten una terrible culpa, el infanticidio. Ingresadas en un hospital psiquiátrico, expían su condena intentando asimilar la responsabilidad de una acción que ha arruinado sus vidas como personas y madres.

La famosa cantautora y escritora de Bolonia Grazia Verasani escribió en 2002 una obra de teatro como reacción crítica al llamado “caso Franzoni”. Una mujer fue acusada de matar a su propio hijo, y para atraerse el favor de la opinión pública desfiló por todo tipo de programas televisivos hasta convertir su proceso judicial en un caso mediático. Verasani, indignada ante lo que ella consideró una enorme hipocresía social, escribió un libreto donde trataba de indagar honestamente en la mente y el corazón de una madre cualquiera que por determinadas razones o sinrazones acabe matando a su propio hijo. Así escribió From Medea, una obra nacida -declaró la dramaturga- de la compasión por las mujeres que, presas de la depresión y la desesperación, se destruyen a sí mismas al destruir al fruto de sus entrañas.

Ya en 2005 la Verasani había tenido su primer contacto con el cine al escribir el guión adaptado de su propia obra Quo vadis, Baby?, y cuya versión cinematográfica dirigió Gabriele Salvatores. En 2011 Fabrizio Cattani escribe y dirige Maternity blues, adaptando la obra teatral que la propia Verasani había convertido también en novela. La película obtuvo una mención especial en la Mostra de Venecia.

Aunque hay una protagonista principal, Clara, la película es eminentemente coral. Ella, Eloisa, Rina y Vincenza (interpretadas por Andrea Osvart, Monica Barladeanu, Chiara Martegiani y Marina Pennafina) están recluidas en un psiquiátrico penitenciario por haber atentado contra la vida de sus hijos de una forma u otra. Ayudadas por los trabajadores del centro, y por la amistad que va naciendo entre ellas, tratan de hacer cuentas con su vida, con su sentimiento de culpa, con su maternidad y el sentido de la vida. Algunas no son capaces de perdonarse y sólo buscan el consuelo de la muerte, otras aspiran a encontrar un amor redentor.

La película plantea un tema durísimo per se, y aunque trata de no cargar las tintas ni perder la elegancia formal que la caracteriza, no nos ahorra algún momento difícil de digerir. También es verdad que nos brinda momentos muy emotivos como la actuación musical de Eloisa. El tono general es honesto, aunque hay quienes han visto en el film un alegato anti machista y contra las convenciones de la familia tradicional. Es cierto que plantea una interesante reflexión sobre la maternidad: ¿es un instinto natural de toda mujer o requiere de una elección libre y responsable? También es verdad que detrás muchos de los casos que nos presenta el film hay un marido ausente o que mira para otro lado. Pero el director no cae en maniqueísmos, y el personaje del marido de Clara es tratado con mucha hondura y ternura. También se agradece que la figura del sacerdote (aparecen dos en el film) sea humana, “amiga”, lejos del estereotipo que vimos en el capellán de la cárcel de Pena de muerte, duro e intransigente. No es una película cristiana, aunque algunos personajes lo son, pero no se ofrece una mirada ideológica sobre la Iglesia.

Hay que aclarar que el título de la película es el nombre que a veces se da a la depresión post-parto, un síndrome cada vez más preocupante que afecta hasta un 30% de las mujeres inmediatamente después del parto y que puede manifestarse en diversos grados. El problema se agrava cuando la madre esconde su vivencia por diversas razones: carencia de a de autoestima, por presión del entorno familiar, por vergüenza o por lo que sea. Cuando esto ocurre, el sentimiento de soledad es el primer enemigo. Por eso en la película no se juzga a las protagonistas, ni se las justificarla ni se las absuelve. Sólo trata de entenderlas y no demonizarlas. Como le dice el padre Mario al marido de Clara: “El mal está dentro de nosotros”. De todos nosotros.

Juan Orellana