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Forman parte de nuestras vidas para siempre

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Ayer una profesora del colegio de mis hijas se asomó al carrito de bebé que llevaba y me dijo: “¿Pero ésta es otra?”. Claro, le respondí sonriendo “Es que me la han cambiado”… fue el inicio de un diálogo que me suele pasar con relativa frecuencia y donde las preguntas más recurrentes suelen ser: ¿Es dura la acogida? ¿No te duele separarte de ellos?…

Nuestra familia participa en el programa de acogida de urgencia de la Comunidad de Madrid cuyo fin es que los niños de 0 a 3 años no pasen por residencias mientras se valora y se resuelve su situación, retornando a su familia biológica o pasando a acogimiento permanente o a adopción.

Entre tanto, los recibimos en nuestra familia, los custodiamos, queremos y cuidamos y cuando los entregamos ya forman parte de nuestras vidas para siempre. No pasan más de seis meses con nosotros y nunca sabemos cuando llegan o cuando se van. Por eso se llama acogimiento de urgencia. La disponibilidad es constante y una vez que se van, tener noticias o mantener contacto con ellos es improbable.

Ahora tenemos a una bebé de cuatro meses, que la acogimos con tan solo una semana. Está siendo una experiencia tan bella e intensa como las de las otras dos bebés que le precedieron y cómo no, también fatigosa. Pero es tal la bondad de su vida en nuestro hogar que no podemos sino reconocer que somos unos privilegiados por poder vivir esta experiencia. Estos hijos no solo traen alegría, también generan unidad en la familia, y centran nuestra mirada en lo más importante, pasando lo superfluo a un segundo plano.

¿Por qué alguien puede llegar a plantearse este tipo de acogimientos?Hay más de una razón, pero entre ellas destacaría su gran atractivo. ¿Acaso hay alguien que no desee ser querido así, sin ninguna pretensión, sin esperar nada a cambio, con total entrega, en todos los momentos de su vida, los buenos y los malos, es decir para siempre?. Desde que conocí “casualmente” la existencia de este programa, ya solo pude verificar si estaba llamada a ello y si mi familia también podría participar en este camino.
Ahora, después de casi dos años, compruebo que esa intuición inicial era verdadera y que frente al dolor y desgarro real que supone la separación, el vértigo ante la siguiente acogida, o el sacrificio que conllevan, solo prevalece un profundo agradecimiento por su presencia entre nosotros, por su existencia, porque se nos han dado.

También es cierto que no es nada fácil, porque esta postura de abandono que requiere vivir bien esta acogida, no es inmediata. Es necesario tanto un aprendizaje continuo como una apertura hacia todo lo que va aconteciendo, a dejarse sorprender porque siempre va a ser más grande y positiva de lo que podemos controlar o imaginar.

Abandono tanto en el tiempo de espera como cuando están con nosotros. Uno desea lo mejor para estos niños (que tienen vidas bastante complicadas), pero tienes que ir aprendiendo y aceptando que en tus manos no está el poder resolvérselas, sino solo acompañarles en ese breve tramo de su existencia, quererles y que experimenten ese abrazo real y de gratuidad que todos necesitamos para poder ser felices. Sin cálculos ni medidas. En esto consiste nuestra misión, en permanecer a su lado en ese momento delicado de su corta existencia, en transmitirles lo preciosas que son sus vidas y cómo nos alegramos de que estén con nosotros. Y esto, aunque son tan pequeños lo captan perfectamente porque solo hay que ver cómo llegan y cómo se van.

Y una última pincelada sobre esta experiencia y creo que fundamental: la acogida te abre a los demás. No se puede vivir algo así exclusivamente con tus fuerzas. Tiene una dimensión comunitaria que nace de la propia acogida. Porque no solo acoge nuestra familia, también lo hacen todos los que nos rodean, resto de familia y amigos, que nos acompañan, nos recuerdan las razones, nos sostienen y ayudan. Todos participan en mayor o menor medida. Sencillamente sin su presencia yo no podría acoger. Necesito profundizar constantemente en este camino de la acogida, ir al fondo de esta experiencia una y otra vez para vivir con la mayor conciencia la presencia de estos hijos, y para ello es imprescindible ser a su vez acogido, porque yo solo puedo intentar dar aquello que recibo constantemente en mi vida.

Begoña Amate.

Programa de acogimientos familiares de urgencia de la Comunidad de Madrid, IMMF: + info