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En buenas manos (Pupille, Francia-Bélgica, 2018) Estreno: 1 de mayo

Dirección y guion: Jeanne Herry
Duración: 107 min.
Música: Pascal Sangla
Fotografía: Sofian El Fani
Intérpretes: Sandrine Kiberlain, Gilles Lellouche, Elodie Bouchez, Olivia Côte, Clotilde Mollet, Jean-François Stévenin, Bruno Podalydès, Miou-Miou

El 26 de agosto de 2018 se estrenó En buenas manos en Francia, donde ya la han visto más de ochocientos mil espectadores. Con el título original de Pupille, este largometraje de Jeanne Herry obtuvo siete nominaciones a los Premios César de la Academia de Cine francesa, incluyendo mejor película y mejor directora. Jeanne Herry es la hija de la famosa actriz Miou-Miou, que tiene un pequeño papel en el film.

La película sigue el proceso de adopción de Theo, un recién nacido, desde el momento en que su madre embarazada, Clara (Leila Muse) decide no quedárselo cuando nazca, hasta el momento de su adopción por Alice (Élodie Bouchez), una mujer de cuarenta años con una historia difícil. Este recorrido incluye los meses que el niño pasa en un acogimiento de urgencia en la casa de Jean (Gilles Lellouche). Todos estos pasos son acompañados por distintos técnicos y trabajadores sociales de la Administración del departamento de la Bretaña francesa donde viven los protagonistas.

En buenas manos describe minuciosamente este delicado camino en el que son decisivos los informes y evaluaciones de los distintos agentes que intervienen en el proceso. Es la radiografía de un proceso administrativo que tiene entre sus manos el destino de un niño y el futuro de varios adultos. Objetividad y subjetividad se dan la mano en las deliberaciones y decisiones que buscan un final feliz con el vértigo y las dudas inherentes a este tipo de situaciones. Lo más interesante es cómo el guion de Jeanne Herry armoniza perfectamente el drama humano con los protocolos administrativos en un guion admirablemente trabado. Vamos a repasar sucintamente los distintos pasos, tal como los presenta el film.

Primer paso: la renuncia al hijo

1. Clara: una maternidad herida. Clara tiene 21 años, está estudiando su carrera, no sabe quién es el padre de su hijo, con el que tuvo una relación esporádica una noche de fiesta, y no se siente capaz de ser madre en sus actuales circunstancias. Decide dar a luz de forma anónima y entregar a su hijo en adopción. La película describe muy bien el pánico existencial de la joven, pero a la vez su nobleza de corazón, que le hace desear la felicidad para su hijo, al que espera conocer algún día y sueña con que Theo pueda llegar incluso a sentirse orgulloso de ella. El film no la juzga ni la justifica, sólo la comprende y la expone tal cual ante los ojos del espectador para que podamos compartir su dolor y su angustia. Ella no sabe cómo posicionarse frente a su hijo ya nacido: no quiere verle, ni cogerle, pero a la vez quiere despedirse de él. Un estado de confusión y miedo fácilmente comprensibles.

2. Mathilde: el ángel de la guarda. Clara está afrontando la soledad más grande de su vida. Ni sus padres ni nadie saben que ella está embarazada y dando a luz para abandonar a su hijo. La actriz de teatro Clotilde Mollet interpreta a Mathilde, la asistente social designada para acompañar a Clara en este trance, encargarse de todos los documentos destinados a custodiar su identidad y dejar al bebé legalmente preparado para el siguiente paso, su tutela por parte de la administración. Mathilde va a tratar de humanizar este momento tan dramático, creando un espacio emocional en el que Clara pueda repensar su decisión y animándola a establecer con el bebé algún tipo de relación, un mínimo vínculo sanador. Clara va a hacer lo que pueda, incluso va a dejarle escrita una carta por si en el futuro Theo desea reencontrarla. Mathilde es la discreción y delicadeza personificadas, pero a la vez escrupulosa profesional y muy pedagógica y clara en sus mensajes e informaciones legales. Más adelante, cuando supuestamente el caso esté cerrado para ella, volverá a reabrirlo más allá de sus obligaciones para tratar de atar algún cabo suelto que pueda ayudar al bebé.

Segundo paso: el acogimiento de urgencia

3. Jean: el padre de acogida todoterreno. Jean está casado con Laure (Anne Suárez), tiene una hija biológica y dos adolescentes acogidos con serios problemas psicológicos y conductuales. Pero él también está adscrito al programa de acogimientos de urgencia, por el que recibe una dotación económica para ocuparse de bebés durante unos meses hasta que les encuentran familias de adopción. De hecho, ese programa exige que ese sea su trabajo, es decir, Jean no puede tener otra ocupación laboral. Laure trabaja y Jean es el amo de casa. Él se ocupa de la comida, la limpieza y la colada. Después de descartar varias familias, la administración le propone a Jean acoger a Theo. Al principio rehúsa porque sus hijos acogidos le tienen agotado y quemado. De hecho se ha vuelto escéptico y duda de la utilidad de los acogimientos. Pero es su esposa la que le convence de que acepte. Jean va a desplegar unas habilidades paternales fantásticas y va a conseguir un apego muy saludable con el niño.       

4. Karine, la técnico encargada del acogimiento. Sandrine Kiberlain interpreta a la educadora responsable del seguir el acogimiento de urgencia de Theo. Ella ya tiene una larga relación profesional con Jean, que se ha convertido en una sincera amistad. Su confianza en Jean ya no es meramente “científica”, sino que se basa en una certeza moral sobre sus cualidades humanas. Esto es importante porque en principio, sobre el papel, Jean no es el candidato idóneo, dadas sus actuales circunstancias de cansancio y desaliento. Pero los hechos demostrarán que la intuición de Karine no estaba equivocada.

Tercer paso: la adopción

5. Alice, mucho años esperando ser madre. Alice tiene una familia clásica con varias hermanas y buena relación con su viudo padre. Como a los treinta años empieza a vivir con su novio. Tras intentar infructuosamente tener hijos, se diagnostica su esterilidad. Tras probar varias técnicas, deciden adoptar. Se casan y empieza el proceso de idoneidad. Conseguida esta, el proceso se trunca por el divorcio de la pareja. Ella sigue deseando adoptar, pero el proceso debe empezar de cero, ya que se acaba de aprobar la adopción monoparental. Su trabajo con discapacitados le lleva a abrirse a la adopción de niños con necesidades especiales. Por su edad, cuarenta años, está convencida de que ya no le van a dar un bebé.

6. Lydie, la técnico de adopciones. Olivia Côte interpreta a este personaje al que siempre toca bailar con la más fea. Ella evalúa parejas y a muchas le toca decirles que no son idóneas, con las desagradables situaciones que ello conlleva. Lydie va a defender el expediente de Alice en la Comisión de Tutela frente a expedientes que cuentan con más apoyos que el suyo. Su implicación personal va a ser decisiva en el éxito del proceso.

La preocupación por el vínculo

Todos estos pasos están atravesados de una preocupación subsistente: que no haya huecos en la experiencia afectiva del bebé. El objetivo es que en ningún momento sienta el vacío del abandono, la ausencia de alguien a quien apegarse. La directora del film dice haberse inspirado en la lectura de la famosa psicoanalista infantil Françoise Dolton, y ello explica ciertas escenas en las que vemos a los distintos técnicos convencidos de que el bebé es capaz de asimilar en clave afectiva determinados mensajes. El niño debe pasar de su madre biológica a su madre adoptiva sin rupturas traumáticas. Aunque sea muy complicado, cuanto más se consiga, más se agradecerá al llegar la época de la adolescencia.

Conclusión

Estamos ante una de las mejores películas que se recuerdan sobre el mundo del acogimiento y de la adopción. Su disección de los procesos administrativos, a la vez que su profundización en los dramas humanos de los personajes son realmente lúcidas. La película muestra un sistema que funciona bastante bien y que muestra un ideal de trabajo profesional realmente interesante. Un film ideal para trabajar por técnicos y trabajadores sociales implicados en el ámbito de la protección del menor.